martes, 22 de enero de 2013

Aprendiendo a expresar emociones

Necesitamos sentirnos queridos, valorados, respetados, entendidos y escuchados, pero también deseamos que nuestra pareja nos exprese lo que piensa y siente en determinadas situaciones. Pero esto no siempre sucede así, ni en el tiempo ni en la forma.
Y entonces ¿qué hacer ante la necesidad de que nos cuenten, nos digan, hagan y nos quieran como nosotros queremos?
Lo primero, respetar al otro. Si no sabe cómo expresar lo que siente o piensa, por mucho que le  machaques con que lo necesitas, que debe hacerlo, no por ello lo hará en la forma y medida que desearías.
Si quieres a tu pareja, si te importa y quieres seguir compartiendo un proyecto de vida junto a ella:
Þ    Enséñala a que te exprese sus emociones, tú puedes ser el modelo a seguir (si es que te gustan tus actitudes).

Þ    Hazlo desde el refuerzo positivo, nunca desde el reproche.


Þ    Ponle más énfasis en las cosas que te gustan y las que hace bien, más que en las que te desagradan, y házselo saber.

Þ    Evita las comparaciones con otras parejas (tanto si estáis solos  o acompañados).


Þ    Expresa tus deseos y necesidades en positivo, es mejor decir: Me encanta cuando llegas y me das un beso (positiva); en lugar de decir: Nunca me das un beso cuando llegas (negativa). La primera favorecerá el que se repita esta conducta, la segunda provocará conflicto.

Þ    Sustituye los NUNCA, JAMÁS, o SIEMPRE por: algunas veces, de vez en cuando, o por expresiones positivas, etc. Los absolutos son distancia dores y precursores del conflicto. Ejemplo: “Nunca me das un beso, siempre tengo que hacerlo yo”. Es mejor decir: “Me encanta cuando me das un beso”. “Nunca dices nada”, Mejor decir: “Hoy estás más callado”. 

Þ    SER por ESTAR: Es muy frecuente utilizar el verbo ser para calificar o asignar a la pareja una conducta negativa y permanente. Ejemplo: Eres muy frió cuando hablas” Mejor: “Hoy estás más callado”.

Þ    Premia sus logros o avances, minimiza sus fallos.
Aprender a verbalizar sentimientos no es fácil, ni es algo que se aprende de la noche a la mañana. A veces se precisa de la intervención de un profesional. Este es un proceso lento y que requiere de mucha paciencia y sobre todo mucho amor por la pareja. 
A partir de aquí tendrás que valorar al menos dos aspectos:
1.    ¿Te merece la pena el esfuerzo y las energías que deberás consumir en este aprendizaje?
2.    Es importante tener en cuenta que tú puedes necesitar, desear y querer que tu pareja aprenda a verbalizar y expresar sus emociones, pero ¿Ella que quiere? Puede ser que ésta no quiera o pueda hacerlo. De manera que lo primero es contar con la predisposición que tu pareja tenga hacia el cambio ¿Ella piensa que hay algo que debe modificar? ¿Quiere hacerlo?
¿Hay otras opciones?
Seguiremos...
Fdo. Raquel Diaz Illescas

sábado, 19 de enero de 2013

Quiéreme como yo te quiero

 
Queremos que nos quieran, pero a nuestra manera.
Nos enamoramos, nos ilusionamos, nos decepcionamos, frustramos, y a veces incluso pensamos que eso del amor, de la pareja no debe estar hecho para nosotros.
Muchos de los conflictos que viven las parejas están motivados  por la frustración que uno o ambos miembros sienten cuando esperan del otro que haga, diga o sienta en esta o aquella situación. Pero lo que acaba sucediendo es que nuestra pareja no hace ni dice aquello que nosotros esperamos que haga.
 Interpretar e incluso adivinar los motivos o causas que han llevado a la pareja a reaccionar de tal o cual manera es una práctica al uso en todas las relaciones. Tendemos a medir  las conductas y verbalizaciones o no del otro por nuestro particular patrón que no es otro que nosotros mismos,  y desde ahí comenzamos a encontrar explicación a lo acontecido: “Dice que no le pasa nada porque seguro que está enfadado; me dice que le deje en paz porque  lo que le ocurre es que ya no me quiere…; si no me ha cogido el teléfono seguro que es porque estaba con alguien que no quería que yo supiera; no me dice nada porque estará pensando que ya está harto de mi; no se fija en mi porque ya no le gusto; no me dice la verdad para no hacerme  daño…”  Y así un sin fin de pensamientos que acaban llevándonos a sentirnos tristes, rabiosos, frustrados y sobre todo generando mucha ansiedad que favorecerá el que nuestra actitud para con nuestra pareja sea de reproche.
Pensamos que conocemos al dedillo a quien comparte con  nosotros techo, que sabemos cómo reaccionará ante esto o aquello; que el que ponga este o aquel gesto quiere decir que le pasa tal o cual cosa,  porque el haber compartido tantos años juntos nos otorgan tal “arte” y  curiosamente nada sabemos de sus deseos y preferencias dentro y fuera de las sabanas, aunque a veces  sin nunca haber hablado del tema, algunos presuponen saberlo.
Lo cierto es que adivinos adivinos, no somos.  Y que aunque creamos conocer a nuestra pareja tanto como para saber las motivaciones que esta puede tener para actuar de una manera determinada, posiblemente en la mayoría de las ocasiones nos equivoquemos.
Cada persona somos diferentes, y así lo son nuestros intereses, motivaciones y la forma de sentirlo y expresarlo. Esto todos dicen saberlo, pero lo cierto es que interiorizarlo y ponerlo en práctica parece estar algo más alejado. Realmente ¿resulta tan complicado limitarnos a escuchar lo que nuestra pareja nos dice sin que esto conlleve una interpretación de lo dicho o hecho?
Podemos pretender o exigir, que alguien que es introvertido, que le cuesta expresar sus emociones ¿nos diga lo mucho que nos quiere y nos echa de menos cuando no estamos a su lado?
No deberíamos, sin embargo lo hacemos basándonos en lo que para nosotros es lo normal. Esperamos que hagan un despliegue de sus emociones y nos las muestren tal cual nosotros lo haríamos, porque claro, nosotros es que sí lo hacemos… Y cuando por respuesta obtenemos silencios inciertos lo que interpretamos es que el amor se ha ido de la mano del deseo.
A expresar sentimientos también se aprende, pero esto no nos lo enseñan en la escuela y tampoco los padres suelen hacerlo, posiblemente porque a ellos tampoco les enseñaron.
Y entonces ¿qué hacer ante la necesidad de que nos cuenten, nos digan, hagan y nos quieran como nosotros queremos?
Seguiremos...
Fdo. Raquel Diaz Illescas